viernes, 5 de julio de 2013

NON NOBIS, DOMINE

BAFOMET: EL ROSTRO DE LA SÍNDONE



“…El Bafomet al que adoramos es una cabeza humana sin plata u oro, pálida y descolorida con barba como la de los Templarios…”, “…Bafomet es una cabeza barbuda que posee dos pies por delante y dos pies por detrás…”. Tales confesiones eran proferidas por algunos de los caballeros de la Orden del Temple tras su prendimiento el viernes 13 de octubre de 1307 y después de ser acusados de idolatría.



          Fue el historiador Ian Wilson en 1979, en su libro “El Sudario de Turín (The Turín Shroud)”, el primero en formular esta teoría de que el ídolo al que adoraban los Templarios no era, en realidad, sino la Sábana Santa que hoy se expone en Turín. Una razón más, en esta ocasión histórica, para acallar la polémica al respecto de su autenticidad o, al menos, cuestionar la fiabilidad de los resultados de la, tan gastada, prueba del Carbono 14 a la que fue sometida. Ahora esta hipótesis de Wilson se ve revalorizada a la luz de las últimas investigaciones realizadas por otra historiadora, Barbara Frale recientemente publicados en España en su obra: “Los Templarios y la Sábana Santa (I Templari e la Sindone di Cristo)”. Una vez más, la polémica está servida.



         “Non nobis, Domine” quiere ser y es, desde su concepción, un relato de viajes, realizados a los enclaves Templarios para estudiar, in situ, enigmas históricos relativos a la Orden del Temple; aquí nos serviremos de lo visto en varios de esos viajes, a diferencia de otras entregas, donde hemos ido e iremos a lugares más concretos. Tras nuestro viaje a Turín el pasado año, en primer lugar, y la reciente aparición del mencionado libro de la Dra. Frale, pensamos que la ocasión bien lo merece.

EL BAFOMET

           Lógicamente, habríamos de empezar por definir qué cosa es “Bafomet”, éste concepto aparece por primera vez en el proceso contra los Templarios llevado a cabo tras el, antes citado, prendimiento en 1307 ordenado por Felipe IV “El Hermoso” de Francia, al que en adelante llamaremos “El Bello” para no confundirlo con su homónimo hispano-alemán. El término Bafomet cae en el olvido hasta el expolio de documentos del Vaticano ordenado por Napoleón en 1810.

           Su etimología es complicada, para empezar el término no tiene una grafía concreta, probablemente por la traducción al latín de las confesiones verbales del propio proceso, siendo común verla escrita como Bafomet, Baphomet, Bafometo, Baffometto, etc…, y mucho se ha dicho sobre su significado etimológico, comúnmente se acepta que es la composición de las palabras griegas “Baphe” y “Meteos”, que significan respectivamente “bautismo” y “adoración”. Otros dicen que es una deformación del término “Mahomet”, que en lengua de Oc (provenzal) significa “Mahoma”, esto va en relación con la propia condena de Felipe el Bello que pretendía acusarlos de idolatría y herejía, más que probablemente relacionada con el Islam, ya que es bien conocido que durante una buena parte de la existencia de la Orden fueron defensores de las tres culturas: cristiana, islámica y judía, que convivían en paz en buena parte de sus encomiendas. Henry Lincoln en 1982, junto con Michael Baigent y Richard Leigh, en su libro “El Enigma Sagrado (The Holy Blood & The Holy Grail)” apuntaban que podía ser una derivación de la palabra árabe “Abufihamet”, que significa “Padre (o fuente) de la Sabiduría”. Más osados son los que quieren ver en esta palabra compendios alquímicos o relacionados con la piedra filosofal.



          Su forma, según se desprende de las confesiones de los freires, es de cabeza barbuda. La idea equivocada de un Bafomet de aspecto diabólico viene del ocultista francés Eliphas Lèvi (cuyo verdadero nombre era Alphonse Louis Constant), el cual publicó un libro titulado “Dogma y Ritual de la Alta Magia” en 1854, donde reproduce una ilustración del término que ha pasado a la Historia porque, a menudo, vale más una imagen que mil palabras; desde entonces relacionar al ídolo templario con la imagen gótica del diablo es poco menos que inevitable.



          De todas formas, el conocimiento de este ídolo, no parecía que fuera del dominio de todos los integrantes de la Orden, recoge la Dra. Frale en su citada obra que, de las 1114 confesiones registradas, sólo 130 hacen referencia al mismo. No obstante, el reflejo de su culto llega a la arquitectura, siendo común ver cabezas barbudas en las iglesias, en forma de bajorrelieves que, a menudo, se sitúan en la llamada “clave del arco”, es decir, la piedra central que sostiene el arco que corona la entrada al templo, lo que, a mi parecer, deja entrever la idea de que el Bafomet constituía una idea central en sus creencias, también es mi opinión que se puede desechar la creencia de que dicho ídolo tenga algo que ver con la alquimia porque a menudo las cabezas barbudas se observan aisladas, es decir, sin la compañía de otras figuras que hagan pensar en fórmula química alguna.



          En España existen tres bajorrelieves de éste tipo, en la Iglesia de la Veracruz en Segovia, en la de Santa María del Castillo, en Fregenal de la Sierra (Badajoz) y en la de Santa María del Alcázar en Arjona (Jaen). Todas ellas de finales del siglo XIII; curiosamente ésta última no es de origen templario, sino calatravo, lo que nos da un indicio de la relación existente entre ambas órdenes. Personalmente he tenido oportunidad de visitar las de Fregenal y Arjona y he podido observar, coronando los arcos de sus puertas, la singular presencia de estas cabezas de barba partida. También se pueden observar cabezas barbudas en la ermita de Santa María de Eunate (Navarra), del siglo XII y de planta octogonal, evidentemente Templaria, y yo mismo he observado algunas en San Pantaleón de Losa y Santa María de Siones, ambas del siglo XII y situadas en Las Merindades, provincia de Burgos. Pero estos últimos ejemplos no son tan claros, no se sitúan en la clave del arco ni coinciden con la estética de las anteriores. Para que pudiéramos hablar de auténticos “Bafomets” tendríamos que llegar el siglo XIII, ya veremos por qué.



LA SÍNDONE Y LOS TEMPLARIOS

          La llamada Síndone o Sábana Santa que hoy está en Turín, concretamente en la Capilla Real de la Catedral de San Juan Bautista, es una antigua tela de lino, amarillenta ya, que reproduce, por delante y por detrás, la imagen tenue y rojiza de un hombre barbado de cuerpo entero que parece yacer después de muerto, presentando una serie de lesiones que son compatibles con las que la tradición y los Evangelios nos narran que padeció Jesús de Nazareth. Actualmente mide 4, 36 m. de larga por 1, 11 m. de ancha pero, dada la flexibilidad del lino, probablemente ha debido estirarse con el tiempo y, si es originaria del siglo I, posiblemente obedecía a una medida estándar que, según Barbara Frale, era de ocho por dos codos sirios (medida de la época que equivale a 44,7 cm.). La sábana muestra además el deterioro producido tras haber pasado por varios incendios.



          La primera vez que se constata su existencia, como tal, es en 1353, en Lirey (Francia), el señor local dona dicha tela a la colegiata que acababa de fundar, existe constancia de la desconfianza suscitada por la reliquia en el obispo local (en D’Arcis) en un escrito de éste al papa fechado en 1389. El señor de Lirey se llamaba Geoffroy de Charny.

           Fue precisamente su nombre el que puso tras la pista de los templarios, como poseedores de la Sábana, al mencionado historiador británico Ian Wilson, ya que esa evidente la coincidencia con Geoffroy de Charnay, principal senescal del último Gran Maestre del Temple Jacques de Molay, que fue prendido con éste en 1307 y ajusticiado a la vez que el mismo en 1314. Aunque algunos digan que el apellido difiere, hay que decir que, ambos figuran como Charny, Charnay, Charnayo, Charníaco, etc. en diversos documentos. Parece evidente el parentesco.



          Pero, ¿Cómo habría llegado la Síndone a manos de nuestros Pobres Caballeros? La respuesta la hallamos a principios del siglo XIII, durante la Cuarta Cruzada, ésta se inicia con grandes problemas económicos, por lo que en el camino a Jerusalén, donde no se habría de llegar, los cruzados paran en Constantinopla a reponer al derrocado emperador Alejo IV a cambio de dinero. Cuando llegan éste ha sido repuesto y el dinero no llega a manos de los cruzados; la cosa se complica además tras el golpe de estado y asesinato del emperador a manos del funcionario Alejo Murzuflo, quien dijo que no pagaría las deudas de su antecesor, por lo que se ataca y expolia gravemente a la ciudad, que no se habría de recuperar nunca, esto ocurrió entre el 14 y el 16 de abril de 1204. Se dice que Constantinopla, tras la búsqueda que inició Santa Elena, madre del emperador Constantino el Grande, poseía al menos la mitad de las reliquias cristianas: La corona de espinas, la esponja que se utilizó en la cruz, numerosos fragmentos del lignum crucis…, e incluso más allá de la propia cristiandad, ya que si hacemos caso de los escritos de Procopio de Cesárea, también se hallaban allí objetos míticos del judaísmo como la Menorá, las trompetas de Jericó y la llamada Mesa de Salomón.



         La Síndone se conservaba, por aquel entonces, en la Basílica de Santa María de Blanquernas, como así constata el cruzado Robert de Clari en su crónica “La Conquista de Constantinopla”, donde se exponía vertical para que el pueblo pudiera ver a Jesucristo de cuerpo entero. Tras el saqueo, él mismo escribe que nadie supo jamás que fue de ella. Si ésta cayó en manos de los Templarios, éstos no dirían nada debido a que el papa Inocencio III había lanzado pena de excomunión contra los expoliadores de Constantinopla, es probable que por ello, también, su posesión no fuera del conocimiento de la mayoría de los Templarios.



          Entre los Caballeros del Temple que tomaron parte en la toma de Constantinopla se hallaba Othón duque de La Roche. Curiosamente, éste tenía un feudo cerca de Atenas que poseía una abadía en Dafnis que fue rebautizada como de Santa María de las Blanquernas, haciendo referencia a la misma, en diversos documentos, el mismo papa Inocencio III; en su exhaustivo trabajo de investigación, Barbara Frale, recoge un documento datado en 1205 donde un miembro de la familia imperial bizantina reclama a dicho papa que sean restituidos a Constantinopla, al menos, las reliquias más importantes, nombrando entre ellas el Sudario de Cristo que, según él, se encontraba en posesión de Othón de la Roche. La Síndone, siguiendo el razonamiento de Frale, habría estado en posesión de la familia de La Roche hasta que un alto dignatario del Temple, perteneciente a ésta, Amaury de la Roche la habría cedido a la cúpula de la Orden tal vez a cambio de dinero, para financiar campañas militares, tal vez por cuestión de jerarquía; no deberíamos de olvidar la hipótesis defendida por otros investigadores, entre los que se encuentra Julio Marvizón, de que en Lirey la auténtica propietaria del lienzo fuese Jeanne de Vergy y no su esposo Geoffroy de Charny, merced a una medalla de la época que representa la Síndone con los escudos heráldicos de ambos, en una época en la que a las mujeres se les daba poca importancia. Sea como fuere, la Sábana Santa volvería a manos de la familia de La Roche gracias al matrimonio de la hija de ambos, Margarita, con Humberto de Villersexel, conde de La Roche, que entonces tenía su feudo en Saint Hippolyte sur le Doubs, donde permanecería hasta su cesión por ésta a la Casa de Saboya. Ilustramos éste trabajo con imágenes de una vidriera de su iglesia, del siglo XIV y fundada por Humberto de La Roche, que representa a su antepasado Othón, con atuendo de Templario, sosteniendo la Sábana Santa entre sus manos.



          Siempre según la teoría de Barbara Frale, a nuestro lienzo los templarios le habrían dado un uso de reliquia mayor, con las que consagrar ciertos cordoncillos que éstos llevaban en su atuendo y de los que no se podían desprender, que databan de la época de Bernardo de Clairvaux, y que primitivamente se pasaban por el Santo Sepulcro hasta la pérdida de Jerusalén en 1187 tras la Batalla de los Cuernos de Hattin. Además de las referencias al Bafomet en las confesiones, es de destacar, entre las pruebas mencionadas en la obra de Frale, la referencia a un documento, inédito hasta la fecha, donde a un Templario llamado Arnaut Sabbatier, en su iniciación en la Orden, le muestran una Sábana con la figura de Jesús de cuerpo entero a la que adora besando tres veces sus pies.

EL MANDYLION Y EL TETRADYPLON

          De todo lo dicho se desprenden algunas preguntas, por ejemplo: qué tiene que ver nuestra “cabeza barbuda” con un lienzo que representa una figura (¿la de Jesús de Nazareth?) de cuerpo entero por delante y por detrás y cómo llegó el sudario a Constantinopla. Ambas se contestan con el “Mandylion acheiropoiéton”, que significa “toalla no hecha por mano humana”.

          El Mandylion es una pequeña tela que contenía una imagen de una cabeza barbuda que, no sólo se asocia con Jesús, sino que se cree, fundadamente, que fue la que cambió toda la iconografía del Jesús lampiño, buen pastor del cristianismo primitivo, al rostro barbudo que llega hasta nuestros días. Aparece en Edesa, la actual ciudad turca de Urfa, en torno a principios del siglo VI, una leyenda dice que la encontró el obispo Eulalio, escondida en una muralla, pero está datada su existencia en 544, gracias a la “Historia Eclesiástica” de Evagrio, donde se hace referencia a dicha tela, como ya nos apunta Julio Marvizón en su libro “La Sábana Santa ¿Milagrosa falsificación?”.



          La llegada de dicha reliquia a Edesa se explica, tradicionalmente, con la leyenda del rey Abgar (Abgar V el Negro), rey enfermo, probablemente de lepra, que en tiempos de Jesús y conocedor de sus milagros reclama sus servicios, éste, no pudiendo ausentarse de tierras palestinas, le habría hecho llegar dicha tela, con la que el rey habría sanado. En realidad, no se tiene constancia de que Edesa hubiese abrazado el cristianismo hasta Abgar IX, en torno al año 200 de nuestra era, por lo que, aunque las leyendas encierran siempre parte de una arcana verdad, no sabemos exactamente cuando llegó el Mandylion a esta ciudad. Estudios realizados en 2008, relativos a las manchas de agua de la Síndone, que se creían originarias del incendio de Chambery, apuntan a que estas manchas son muy anteriores, y que la Sábana no estaba plegada con precisión, como entonces, sino en fuelle, pudiéndose deducir, además, que ésta se encontraba guardada en un recipiente cilíndrico que, nos dice Barbara Frale, coincidiría con las vasijas encontradas en Qumrán, como aquellas donde se han encontrado los Manuscritos del Mar Muerto, hipótesis que explicaría donde se hallaba la reliquia en los albores del cristianismo.



          Pero, cómo se relacionan ambas reliquias, Sábana y Mandylion. Hay que decir que la homilía del Códice Vaticano griego 511, describe que el Mandylion contenía, además del rostro, la impronta del tórax y las huellas de la lanzada. De otra parte, una de las versiones de la leyenda de Abgar, la de Addai concretamente, se refiere al Mandylion como “Tetradyplon”, término que significa “doblado cuatro veces en dos”; efectivamente, al doblar el lienzo cuatro veces, sólo quedaría visible la cabeza y poco más. Es curioso, también, que al proceder de esta manera con el sudario, levantando la cabeza por detrás nos encontraríamos con la imagen posterior de los pies, y al hacerlo por delante, con la imagen anterior de los mismos, ya que, como sabemos, el lienzo contiene ambas imágenes de cuerpo entero, anterior y posterior; por cierto, ¿recuerdan la confesión del Templario de la que hablábamos al inicio? Es un hecho, asimismo y como se ve en las representaciones artísticas de la época, que el Mandylion se guardaba plegado en un relicario cubierto por un entramado que sólo dejaba visible la cara. Más que probablemente la razón para ello, era camuflar que la representación era en realidad una mortaja, ya que el cristianismo, en sus inicios, era una secta judía y para éstos todo lo que hubiera estado en contacto con un cadáver era considerado impuro.

          Posteriormente, Edesa abrazó el Islam, por lo que en el año 943, un ejército bizantino atacó la ciudad, haciéndose con la reliquia que fue trasladada, como no, a Constantinopla.

EL SANTO ROSTRO Y LA VERÓNICA

          No podríamos terminar nuestro trabajo sobre el Bafomet de los Templarios sin hablar del Santo Rostro. En uno de nuestros viajes pudimos visitar la Catedral de la Asunción de la Virgen, en Jaén, y allí pudimos contemplar uno de ellos, pues son cinco en total, tres de ellos en España: además del de Jaén están el de Honrubia, en Cuenca, y el de Alicante, y fuera de nuestro país el de San Pedro en Roma y el de Sacre Coeur en París. Todos ellos tienen un origen mítico, que los relaciona bien con el rey Abgar, bien con Santa Verónica…incluso de alguno se dice que es el auténtico Mandylion de Edesa, aunque en realidad no son, éstos y algunos más, sino representaciones pictóricas bizantinas, hechas en madera o tejido, de esta última reliquia. En nuestro viaje a la Ostensión de la Sábana Santa, en Turín, pudimos ver copias de algunos de ellos en nuestra visita al Museo de la Síndone.



          Poco más o menos lo mismo podríamos decir del “paño de la Verónica": Marca la tradición la presencia de una mujer, en el camino al calvario, que enjugó el rostro de Jesús con un paño donde quedó impresa su imagen. En realidad, la única constancia de esta piadosa mujer está en el evangelio apócrifo de Nicodemo, escrito no antes del año 150 después de Cristo y que pertenece al conjunto de textos encontrado en Naj-Hamaddi. Nos explica Marvizón en su obra que Verónica no es sino la corrupción de los términos latinos “Vera Icona”, es decir, verdadera imagen, refiriéndose, con estos términos, una vez más a lo mismo: copias del icono del Mandylion y que seguramente tal santa nunca existiera.



          Sin embargo, Ian Wilson, en referencia a nuestros Caballeros de Cristo y a su Bafomet, nos presenta, con la tablilla templaria hallada en Templecombe, la idea de que estas representaciones pictóricas de cabezas barbudas no son sino referencias al ídolo sobre el que se centra nuestro trabajo; deberíamos constatar que todas las iglesias que se disputan la Santa Faz están situadas en zonas relacionadas con el Temple y podrían no ser otra cosa que un culto encubierto a nuestra cara barbada que, como hemos dicho, no era del conocimiento de todos los miembros de la Orden. Lo mismo podríamos decir del paño de Verónica, ya que en una de nuestras visitas a los enclaves Templarios, en la encomienda de Jerez de los Caballeros, concretamente en Olivenza, población ahora perteneciente a nuestro país, pero que antes fue lusa, allí observamos la existencia de un rito, llamado Paderinha, consistente en que muchachas, vestidas de época y emulando a la mencionada mujer, sacan en procesión un paño con imagen de la cara de Jesucristo y que incluso está rodeada por un entramado, como ocurría con el relicario del Mandylion. Tampoco sería de extrañar que, igual que los cordoncillos que llevaban los hermanos en sus hábitos, rostros y paños hubieran sido consagrados poniéndolos en contacto con la Síndone de Cristo.



BIBLIOGRAFÍA

Libros:

          - “Los Templarios y la Sábana Santa (I Templari e la Sindone di Cristo)”, Barbara Frale, 2009, 1ª edición en castellano por Alianza Editorial S. A., abril de 2011.

           - “The Turin Shroud (El Sudario de Turín)” Ian Wilson, Ed London, 1979.

           - “La Sábana Santa ¿Milagosa Falsificación?”, Julio Marvizón Preney, Ediciones Giralda, 1996.

          - “El Enigma Sagrado (The Holy Blood & The Holy Grail)”, Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, 1982, 1ª edición en castellano por Ediciones Martínez Roca S. A., 2001.

Artículos:

          - “Templarios ¿Guardianes de la Sábana Santa?”, Adriano Forgione, Más Allá de la Ciencia, nº 248, M. C. Ediciones, 2010.


APÉNDICE

         Resulta inevitable, después de más de dos años que escribí “BAFOMET: El Rostro se la Síndone”, hacer algunas ampliaciones, fruto la mayoría de ellas, de los viajes que he podido hacer a posteriori.



Hablaremos primeramente del Bafomet de la iglesia de la Veracruz, en Segovia, a la que dedicaremos otro artículo más adelante. Actualmente está en manos de la Orden de Malta y están en entredicho sus orígenes Templarios, fruto de los distintos litigios que se produjeron en tierras de Castilla, aunque la mayoría de estudiosos del Temple parecen estar de acuerdo en que sí lo es, como así lo demuestran detalles, como su arquitectura poligonal o un fresco en su interior reciente y parcialmente restaurado.



         El Bafomet de la Veracruz es el más antiguo de los tres que reseñamos en España, siendo además diferente de los otros dos en que, si bien se encuentra en la clave del arco, de la entrada principal al templo, éste no se encuentra aislado, sino situado en una repisa en el centro de una línea de canecillos. Igual que los otros dos representa a una cabeza barbuda de barba partida y el resto de los canecillos es de difícil interpretación, alguno está roto incluso, aunque a la derecha de nuestro Bafomet aparece lo que parece un pelícano, figura muy asociada a Cristo en la Edad Media, ya que dicha ave se asimila al autosacrificio, pues al parecer tiene por costumbre sangrarse a sí mismo para alimentar a sus crías.





        También tuve, el año pasado, la oportunidad de conocer Santa María de Eunate en Navarra. Tampoco en esta maravilla octogonal, a semejanza de la Mezquita de la Roca, con sus tres lindes, como el Templo de Salomón, debe cabernos ninguna duda acerca de sus orígenes.



         Los supuestos Bafomets (aquí está el primer inconveniente, pues son dos) están en los capiteles de las columnas de una se sus puertas laterales y sus barbas se enroscan queriendo asemejarse, tal vez, más a fuerzas eólicas o, de alguna manera, sobrenaturales que a una figura humana barbada. Recordemos que la iglesia sería la estancia más interior del Templo, el equivalente al Sancta Sanctorum, y que era allí donde se guardaban objetos “sobrenaturales” como el Arca. A mi parecer, con todo el respeto a quien opine lo contrario, no son realmente Bafomets.



         Como tampoco me parece que lo sea San Saturio soriano, aunque, el tristemente desaparecido autor, Juan García Atienza opinase lo contrario (a pesar de que dicho escritor es para mí todo un referente). Y no es porque dude de la presencia Templaria en Soria, ahí está San Polo, y estoy convencido, a mi vez de que la actual ermita de San Saturio se levanta sobre una anterior que posiblemente edificaron nuestros freires, pero el santo soriano es calvo y tiene la barba picuda, por lo que nada tiene que ver con la historia que aquí les contamos, aunque fuera susceptible de Templaria veneración, por otras razones que ya abordaremos en su momento.



Donde sí encontramos un auténtico Bafomet en Soria fue en la localidad de Brías, claro que el lugar era insólito, pues se encontraba en el escudo heráldico del, antaño, obispo de León, D. Juan Aparicio Navarro, natural de allí, quien al parecer mandó construir la iglesia local, advocada a San Juan Bautista, encontrándose en ésta (sobre la clave del arco) y sobre la que fue su residencia, actualmente hospedería destinada a turismo rural, hoy tan de moda. No es de extrañar, a sabiendas que el pueblo fue circunscripción del Temple como así demuestra la ermita que hay a las afueras del mismo, así que la explicación de tal heráldica quizá se deba a que algún antepasado de D. Juan militó en la Orden.



         Cuando hablamos de Bafomet, hay cierta iconografía tricéfala que no podría pasar por alto de comentarles, como cierto conocido bajorrelieve del Convento de Cristo en Tomar




          Hoy en día, desde que existe la fotografía -no diré ya los métodos modernos audiovisuales, de análisis, informáticos y de telecomunicaciones- podemos pararnos a mirar la imagen del rostro de la Síndone y observamos, eso que tanto se dice, que es como una tomografía y además sobreexpuesta, ya que se pueden ver no sólo los rasgos faciales, sino huesos, dientes, etc. Se han realizado también estudios que muestran la “tridimensionalidad” de la imagen en la sábana. Aunque es una conjetura, a mí, personalmente me parece que las representaciones como las de Tomar han podido ser realizadas tras largas observaciones y meditaciones ante la Síndone como únicamente la podían observar en la Edad Media: al natural, percibiendo, de alguna manera, este fenómeno de sobreexposición del que les hablo.





          No obstante, el de Tomar no es el único, su estudio a menudo se asocia a cierta adoración a la Santísima Trinidad que recibe el nombre de Vultus Trifrons y que es considerada, como no, herética por nuestra religión, debido a cierta proximidad iconográfica al diablo. Hay que tener en cuenta que el término es ambiguo, desde el punto de vista que engloba representaciones trinitarias diversas, algunas anteriores al mismo Bafomet y el Temple, aunque el concepto de una cabeza trifacial barbuda toma peso precisamente a partir del siglo XIII. Se mantuvo al menos hasta el siglo XVIII, como muestra un paño de Verónica en Tepotzotlán, México.



          Para finalizar, cuando escribí el artículo y coloqué las fotos de la vidriera, convencido de lo que escribía, no pude evitar la sensación de que algo no iba bien, no cuadraba… Obsevando la fotografía una y otra vez me di cuenta de lo que era, el supuesto Othón de la Roche ¡no tenía barba! No puede ser, miré la foto más detenidamente y al ampliarla pude ver el nombre al pie de la vidriera: “Conde Humberto de la Roche”. Claro que Humberto de la Roche murió a mediados del siglo XV y los Templarios fueron prendidos en Francia en 1307 y ejecutados en 1314. Seguí buscando entre las imágenes de nuestra estancia en Saint Hippolyte y constaté que las vidrieras eran de 1895, por lo que pensé que cierta agrupación neotemplaria de la que les hablaré algún día, que se remonta a tiempos de Napoleón y que, legendariamente, asocia sus orígenes al legado del propio Jacques de Molay, podía estar detrás del asunto. Pero no, al final lo que encontré fue una fotografía tirada, accidentalmente o casi, al suelo de la iglesia que mandó construir el conde; en ella podemos observar una lápida, tal vez la del propio conde, pues se hace difícil su lectura, pero lo que sí es clara es la Cruz Templaria visible en ella: ¡TEMPLARIOS EN FRANCIA EN EL SIGLO XV! Tal vez los orígenes de dicha agrupación no sean tan legendarios, después de todo, y tal vez habría que reescribir el periplo de la Síndone después de esto. Non nobis, Domine.



BIBLIOGRAFÍA

Libros

- “El Legado Templario”, Juan García Atienza, SWING, 2007.
- “La Meta Secreta de los Templarios”, Juan García Atienza, Ediciones Martínez Roca S.A., 1979.
- “La Mitología Templaria”, Jesús Ávila Granados, Ediciones Martínez Roca S.A., 2003.

Internet

- www.wikipedia.org.
- www.pendientedemigracion.ucm.es/centros/cont/descargas/documento18786.pdf. “Trinidad tricéfala o trifacial”, Irene González Hernando, Universidad Complutense de Madrid.

1 comentario:

  1. Gracias por tu trabajo muy serio y riguroso. Elegantemente presentado. La Síndone habla alto y claro. Le habla a la fe y a la historia.

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